domingo, 4 de octubre de 2009

San Biritute, Señor de las Aguas, Señor de Zacachúm


Entre los varios iconos de adoración de nuestra bien recordada confederación Manteña, -esa que es hoy gran parte de la provincia de Santa Elena y Manabí, que viéndolos podríamos saber cómo hubiesen sido todos los ecuatorianos sino habrían llegado aquí, en sed de aventura y codicia los runos españoles, los habitantes del Ecuador del tiempo de la pera-, existe uno que aún sobrevive y que lo llaman el Señor de las Aguas y la Fertilidad, el Señor de Zacachúm, “San Biritute”.

Confeccionado a mano sobre piedra de conglomerado marino (conchilla), con 2.35 mts de altura, se destaca por su interesante tallaje y su protuberante miembro viril. Se lo encuentra sentado, tocándose con una mano el miembro, con sombrero como casco y en su rosto que se vislumbra una recta nariz; encontrábase él en el centro ceremonial y de adoración del cerro Las Negras junto a “Las Tetonas”, que ahora está en la comuna Las Juntas y al “Tótem de Guasango”, ese que adorna la entrada del Museo Municipal de la ciudad de Guayaquil, en los tiempos creo de la llamada cultura Guangala.

Sobre San Biritute y la comuna Sacachún fue mi
tesis de pregrado allá por los años 2004. La aceptación a desarrollar ese estrambótico tema, saltó por el hecho de conocer el triste recorrido y sufrimiento del dios manteño desde los años cincuenta: me contaron la película y no pude sino caer ante el fantástico espejismo que fuera trabajar sobre aquello por algo más de un año e incluso hasta ahora.


“Se llamaba, nos dijeron, “San Biritute” y tenía el don de “hacer llover”, entre otros muchos, cuando se lo pedían con verdadera devoción, y si a pesar de las súplicas, permanecía impasible, “se hacía el sordo”, sus devotos recurrían a medidas de fuerzas insospechables. Se designaba una especie de verdugo-sacerdote, y este, armado de un tremendo látigo de cuero, vapuleaba al Dios, con tal violencia, que hacia brotar chispas de su cuerpo calizo, mientras las mujeres, contemplando la escena, gritaban en coro: -No le peguen a San Biritute! No le peguen”, cual un grupo de plañideras escapadas de un friso romano. El último ejecutor fue Eugurio Tomalá, quien al propinarle la postrer azotaina, a la escultura, provocó lluvias diluviales y la cólera del dios, pues fiebres malignas acabaron, en pocas semanas, con el desventurado cholo..” Francisco Huerta Rendón, 1955.

Por esos años, entre la euforia y gracias a curuchupas y al soplón éste, guardia municipal armada llegó a Sacachún y se llevaron a San Biritute en nombre de la religión y contra el paganismo. Since then viene la penuria. Durante más de 44 años es ubicado en la Av. 10 de Agosto de Guayaquil, fue pintado de blanco para ir acorde a los filos de los parterres, de allí a una bodega, y finalmente pasa a ser objeto de exhibición del Museo Municipal, hasta ahora. De más está narrar que la comuna ha pedido su devolución pero no han recibido respuesta.

Actualmente en la comuna de Sacachún está pronto a inaugurarse una glorieta museográfica en homenaje al señor de las aguas y se contemplará además una réplica del monolito, la cual se ha colocado en el mismo lugar donde hace mas de 50 años se encontrara: junto a la cruz de madera que los franciscanos colocaron allí para que adoren su cruz y no al santo.

Debería San Biritute volver a Sacachún? El imaginario popular y sus inelocuentes creencias estiman y ansían que sí. La comuna se está preparando para convertir esta creencia en una forma secundaria de ingresos económicos, una extraña idea que le llaman turismo, habrá que ver que sale de eso.

Hasta tanto pondré mi velita al santo para cuando se arme el zaperoco el Señor de Los Bigotes no se enronche.